lunes, noviembre 25, 2024
CINE Y SERIES

Nahuel Pérez Biscayart protagoniza el drama social “El empleado y el patrón”

(Por Martín Olavarría). El largometraje “El empleado y el patrón”, del director uruguayo Manuel Nieto Zas, protagonizado por Nahuel Pérez Biscayart, presenta en clave de drama social al vínculo entre integrantes de dos clases en apariencia antagónicas, pero que en la historia se funden en una relación afable y mutuamente culposa.

Estrenada durante la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes el año pasado y presentada también en los festivales de San Sebastián y Mar del Plata, la cinta tendrá funciones en el Cine Gaumont el próximo jueves, una emisión a las 22 en el canal Cine.ar un día después y estará gratis desde ese día en la plataforma de la señal durante una semana, además de incorporarse al catálogo de Flow desde febrero.

Con la presencia de actores no profesionales como Cristian Borges, el filme, escrito por Nieto Zas (“La perrera”, de 2006, y “El lugar del hijo”, de 2013) tiene en su elenco a Jean Pierre Noher, Justina Bustos y el rol protagónico de Pérez Biscayart, quien contó en una entrevista con Télam el proceso que atravesó durante la producción del drama.

¿Cómo diste con el proyecto?

Me contactaron para que leyera el guion y me atrapó, con un personaje no muy obvio para que sea interpretado por mí. Luego lo conocí al director en San Sebastián y todo se dio con mucha facilidad: él es muy abierto, concreto, generoso y sobrio. Tenía ganas de hacerlo y él de trabajar conmigo.

¿Qué te atrapó tanto del guion?

Tenía mucho del mundo del director. Pero, a la vez, con una narración mucho más compacta y condensada, con un arco narrativo mucho más evidente que en sus otras películas y sin dejar de ser un filme de personajes y sus particularidades. Es muy meritorio cuando se puede tener una estructura dramática muy concisa dando lugar a los silencios, las elipsis y las tensiones subyacentes.

¿Las buenas expectativas sobre Nieto Zas a partir del guion se validaron cuando empezaron a filmar?

Sí. Se interesa mucho por los personajes y tampoco es un apasionado de la dirección de actores: es casi como un documentalista de ficción en algunas cosas. Compone elencos para después hacerlos convivir y los va filmando pero de manera muy simple. Por eso eligió a actores no profesionales del campo, que trajeron todo lo que son.

Como el caso del coprotagonista de la historia.

Claro. Él entró al proyecto tres semanas antes de empezar a rodar. Igual que toda la gente que actúa, que es de (el pueblo uruguayo) Minas de Corrales. Entonces, estábamos nosotros, que somos más urbanos y alejados de esa realidad, y el director jugó con esos dos contextos para mezclarlos.

¿Cómo sintetizarías el argumento?

Dos varones jóvenes en el particular momento de inicio de la paternidad, dentro de dos extractos sociales diferentes, sin planearlo terminan necesitándose mucho el uno al otro.

El director suele indagar en el drama social. ¿Es ese el núcleo de la narración?

Gira mucho en torno a la culpabilidad. Ocurre algo que pone en jaque las relaciones preestablecidas en el mundo de la agricultura industrial entre empleados y patrones. Que ellos peguen onda es un lugar bonito que también se presenta: la posibilidad de contacto sincero, más allá de que ambos tienen que responder a mandatos sociales impuestos por tradición. En ese encuentro hay una eclosión y la posibilidad de dar un salto hacia un nuevo tipo de relaciones. Es una especie de tragedia inevitable y suave. Es cuesta abajo todo el tiempo.

¿Cómo definirías tu personaje?

Un pibe de clase alta con inquietudes diferentes de las de su padre, que carga con el mandato de tener que tomar la posta del trabajo de su viejo como patrón. Tiene un bebé que podría tener un problema y eso lo fractura un poco y sensibiliza. Está confrontado por el peso de la responsabilidad de ser padre. Y en fricción con poder disfrutar de las abundancias que su familia le provee y ver las negligencias del sistema de su actividad.

¿Qué fue lo más difícil del rodaje y cuánto duró?

Que nos morimos de calor, con 40 grados húmedos. Fue jodido pero es lindo también. O manejar una camioneta 4×4. El rodaje se hizo en tres etapas por una cuestión estacional: había que filmar en la época de la cosecha y en la de plantación. Así que duró más de un año, repartido. El total de días de rodaje no fue tanto.

En cuanto a tu experiencia de actuar en Europa, ¿qué es lo que más te gusta y lo más desafiante?

Lo mejor es tener más libertad a la hora de elegir porque se expanden las posibilidades. Poder conocer nuevos mundos, lenguas, culturas y personas con las cuales interactuar, aprender y colaborar. Este trabajo y cómo se me dio permiten ir hacia el otro más lejano y de manera más amplia que cuando uno está en su país. Lo lindo del trabajo es que naturalmente me está invitando a conocer a los otros más lejanos; es una fortuna.

¿Tenés planes de seguir diversificándote? ¿Hollywood en algún momento puede interesarte?

Soy malo haciendo networking y nunca diseñé mi carrera, pero estoy re bien así. Cuando surge la posibilidad me la apropio, estudio, trabajo, me preparo y acepto el desafío con ganas y con el mejor profesionalismo que tengo. Las cosas se van dando, son puertitas que la vida me fue abriendo con mucha abundancia y las tomo. No sería renuente a Hollywood. Ya he tenido un par de propuestas que no se dieron porque no estaban tan buenas. Pero si el proyecto me interpela, convoca y conmueve, puede ser en Armenia, Hollywood o en Corea.

¿Cómo te manejás con los idiomas?

Hay idiomas en los que por ahí puedo actuar pero no hablar, es decir, pronuncio bien y entiendo la lógica del idioma y la estructura. Pero sí en español, francés e inglés. En alemán, bastante bien. En italiano he actuado. Aprendo cuando me llaman para proyectos en otros idiomas, es un desafío. Igual a veces se vuelve un poco agotador porque cuando el desafío principal es la lengua, uno quiere actuar en lugar de estar pendiente de la carga de pronunciar bien.