domingo, enero 26, 2025
SOCIEDAD

Se cumplen 36 años del ataque terrorista de La Tablada

Resultaron muertos 32 guerrilleros, 9 militares y 2 policías,

Por Coti Nosiglia

Hoy se cumplen 36 años del ataque terrorista –el 23 de enero de 1989- al Regimiento de Infantería Mecanizada 3, que tenía su asiento en la localidad bonaerense de La Tablada, vecina a la Capital Federal. Un aniversario que ya dejó de serlo hace mucho tiempo, ya que a pocos años de ese suceso los políticos de turno, con el lógico beneplácito de los organismos que dicen defender los derechos humanos, a los que sumaron su complicidad los medios de la llamada “gran prensa”, se encargaron de ir borrando todo recuerdo de esa fecha y todo vestigio del que pudiera haber quedado.

Obviamente, los actos recordatorios de militares y de familiares de los caídos y mutilados en ese ataque nunca encontraron espacio alguno en los medios, debiendo llevarlos a cabo en total soledad. Es que, por muchas razones, era “conveniente” quitar el tema La Tablada de en medio, y en eso se tuvo éxito. Tanto que hasta se hizo “desaparecer” al mismo Regimiento atacado, ya que algunos años después de ello la guarnición fue levantada de su tradicional asentamiento y trasladada a unos 600 kilómetros del lugar, a la localidad bonaerense de Pigüé.

Al menos algunos recordarán que a las 6 de la mañana de aquel día un numeroso grupo de personas de ambos sexos irrumpió violentamente en el cuartel arrojando volantes –fuera del mismo otro grupo realizaba igual tarea- firmado por un supuesto comando “carapintada”, pretendiendo imponer la idea de una sublevación militar o un presunto golpe de Estado para derrocar al entonces presidente Raúl Alfonsín, “conspiración” en la que se involucraba al candidato presidencial Carlos Menem y a algunos sindicalistas. La “puesta en escena” se cayó muy rápidamente ya que varios elementos de la policía bonaerense, que se encontraban muy cerca del lugar efectuando un operativo de control de tránsito, detectaron la maniobra y, a poco de comenzar el intercambio de disparos entre los atacantes y los soldados del cuartel, quedó en evidencia la realidad.

El grupo incursor estaba conformado por miembros del Movimiento Todos por la Patria (MTP), una agrupación nacida tres años antes e integrada en su mayoría por ex guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y liderada, en ese entonces desde su refugio en Nicaragua, por uno de sus jefes históricos, Enrique Gorriarán Merlo. El MTP había sumado también a sus filas a abogados defensores de presos políticos, como Manuel Gaggero, o miembros de organismos de derechos humanos, como Jorge Baños, finalmente uno de los atacantes muertos en esa aventura, y a sacerdotes y ex sacerdotes considerados “rebeldes” por la Iglesia, como el fraile Antonio Puigjané y Rubén Dri. Incluso contó con la activa participación de Pablo Díaz, el único sobreviviente de “la noche de los lápices”, quien recorría el país reclutando jóvenes para el movimiento llevando bajo el brazo la película homónima y dando charlas “concientizadoras”. Posteriormente, al optar el MTP por el retorno a la lucha armada –nostalgias de los ’70 como está ocurriendo ahora- hubo una escisión y se alejaron de la agrupación Gaggero, Dri y Díaz, entre otros.

Quedó así resuelto por la conducción “combativa” –conformada por Gorriarán Merlo, Jorge Baños, Antonio Puigjané, el periodista Carlos Burgos y los ex guerrilleros Francisco Provenzano y Carlos Samojedny- el plan de lucha armada que iba a tomar cuerpo, trágicamente, aquel 23 de enero de 1989. El resto es historia conocida, si bien ahora olvidada: los combatientes del MTP llegaron mayoritariamente del Gran Buenos Aires, principalmente de la zona Sur, desde Salta y Jujuy, Tucumán y otros puntos del país. Y casi todos, exceptuando los que lograron huir y refugiarse en Brasil o que hoy figuran como “desaparecidos”, cayeron en La Tablada, entre ellos  Claudia Lareu, la esposa de Provenzano, muerta al igual que éste y dejando huérfana una hija que entonces contaba con cinco años de edad.

El caso es que la investigación del ataque al cuartel de La Tablada sigue permaneciendo en la oscuridad. Como todos sabemos, la corporación política es una de las más cohesionadas, y esa cohesión es mantenida al margen de que los dirigentes se encuentren ideológicamente en las antípodas o en la superficie sean enemigos acérrimos. Por lo tanto, esa corporación optó por tapar toda la suciedad que podía desprenderse de aquellos hechos. Que era mucha, sin duda alguna. Las investigaciones quedaron circunscriptas a los acontecimientos sucedidos en el interior del Regimiento 3, cuando debieron haber avanzado fuera de él, preocupándose por establecer fehacientemente quiénes estaban detrás de la operación además del grupo terrorista, y obviamente exponer los contactos políticos del MTP; cómo se obtuvo el armamento empleado y por qué vías llegó, ya que no todas eran “armas desenterradas de la guerrilla del ‘70” como se dijo –al parecer muy bien conservadas después de veinte años- ni “escopetas compradas en armerías” como también se declaró; quiénes financiaron el ataque; qué participación tuvieron gobiernos y movimientos de países centroamericanos; con qué objeto el MTP adquirió un campo en el partido de San Vicente, para lo cual retiró el dinero de la embajada de Nicaragua; y muchas otras cosas que jamás se ventilaron.

Mientras tanto, respecto del tema de La Tablada, todo está como era entonces. Silencio y olvido absoluto.

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