El País de los olvidados
Por Martín Méndez – Periodista
La silueta de una trabajadora barriendo la calle en el amanecer de un pueblo argentino, con la bandera flameando detrás suyo, encierra una postal profundamente simbólica de lo que somos hoy: un país que resiste en silencio mientras el poder discute cifras en dólares y discursos libertarios. Una nación que amanece con frío en los huesos y hambre en el estómago. Un país de pie, aunque lo quieran de rodillas.
La imagen se repite todos los días en cada rincón del territorio: mujeres y hombres que caminan más de treinta cuadras para tomar un colectivo que quizás ya no pueden pagar, pero igual suben porque hay que llegar, hay que cumplir, hay que sobrevivir. Gente que se levanta antes que el sol, que no aparece en los gráficos del INDEC ni en los posteos oficiales. Son los que barren el polvo ajeno mientras la Argentina se sumerge en un ajuste que no perdona a los de abajo.
Este es el país de los olvidados.
De los que no especulan.
De los que no cotizan.
De los que no se quejan en inglés por televisión ni viajan a Davos, pero empujan un changuito oxidado lleno de botellas vacías para vender por monedas.
En el país de Milei, los algoritmos reemplazan el rostro humano. Las jubilaciones se achican mientras los abuelos se agrandan de dignidad: aprenden a vivir con lo que no alcanza, a estirar la medicación y el pan. Muchos de ellos están solos. Sin hijos, sin nietos, sin nadie que los ayude a sacar un turno digital para una consulta médica o para cobrar lo poco que les queda. Son los náufragos de esta era: no por falta de voluntad, sino por un Estado que se achicó tanto que ya no ve.
Y mientras los voceros del poder celebran el superávit, hay argentinos que celebran cuando encuentran una oferta en la verdulería. Hay madres que hacen malabares con las sobras del día anterior. Hay jóvenes que dejaron de estudiar porque la SUBE, el cuaderno y la vianda ya no les dan los números.
¿Quién escribe la historia de ellos?
¿Dónde está su lugar en el relato nacional?
No hacen piquetes, no aparecen en las portadas. Pero sin ellos, el país se detiene. Son los que hacen patria sin que nadie lo vea. Los que limpian las veredas al alba, los que trabajan por debajo del radar, los que construyen futuro aún sin promesas.
La bandera que flamea sobre sus cabezas es la misma que juran amar los que legislan recortes desde un escritorio. Pero no todos honran esa bandera igual. Algunos lo hacen desde una banca; otros, simplemente barriendo la calle al amanecer, con la esperanza intacta.
Hoy, más que nunca, urge mirar hacia abajo.
Escuchar ese país que no grita, pero sangra.
Ese país donde aún late el corazón de la patria verdadera:
el país de los olvidados.
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Martín Méndez – Periodista especializado en comunicación política y asuntos sociales
IG: @mendezmartinok