“Azor” expone el vínculo de un banquero suizo con las altas esferas del poder en la última dictadura
El realizador suizo Andreas Fontana estrena este jueves en salas locales “Azor”, su ópera prima en la que a partir de una historia de ficción retrata el accionar de un banquero privado de Ginebra, Suiza, y sus vínculos con la clase alta argentina durante la última dictadura cívico militar.
“La película trata de ser bastante precisa en lo que es la mentalidad de un banquero, un personaje que no responde a una lógica moral, sino a una lógica económica, a la cultura del dinero”, expresó Fontana.
En 1980, en plena dictadura cívico militar, un banquero suizo llega junto a su esposa a la Argentina para reemplazar a su socio, quien desaparece sin dejar huella. En ese contexto histórico, el hombre se codea con la alta sociedad local y utilizará la discreción y la sutiliza como estrategia para lograr sus objetivos, sin cuestionamientos éticos ni morales.
“La historia busca adentrarse en una forma casi física en ese mundo del poder y ser rigurosa con ese universo que representa”, explicó el cineasta nacido en Ginebra en 1982.
“Cuando un banquero ante los hechos que estaban sucediendo pasa por alto la cuestión moral, es una persona sin escrúpulos. Una vez le pregunté a uno de ellos si tenían problemas de consciencia y me respondió que no, que tenían conflictos de intereses”, abundó Fontana.
Fabrizio Rongione, Stéphanie Cléau, Elli Medeiros y Juan Pablo Geretto protagonizan la cinta que fue rodada íntegramente en la Argentina y cuyo estreno mundial tuvo lugar en la 71ra. edición del Festival Internacional de Cine de Berlín.
¿Cuál fue el disparador de la historia?
Andreas Fontana: Siempre he trabajado con objetos encontrados durante mi recorrido como director y en este caso fue a partir de un cuaderno de mi abuelo suizo, que era banquero. Lo que me interesaba del banco no era la cuestión financiera sino que los banqueros, sobre todo los privados, son una casta pequeña que funciona con ciertos códigos. Mi abuelo ya había fallecido al encontrar ese cuaderno de viaje de 1980, cuando estuvo en la Argentina como turista, ahí visitó a amigos y a gente de la alta sociedad argentina como lo hacen todos los banqueros privados; es decir, aprovechan esos viajes turísticos para ampliar sus redes.
El cuaderno al principio me pareció poco interesante, aburrido y luego un poco escalofriante porque no mencionaba algo importante como la dictadura, el contexto histórico. Si bien la película es totalmente ficcional, empecé a pensar qué hubieran hecho otros banqueros en esa situación. Hubo muchos en la Argentina durante ese período.
Fue un disparador para pensar cómo trabajan, cómo funciona esa “microsociedad”, qué gestos hacen, qué palabras utilizan, cómo hacen para no tener problemas morales, porque se sabe que en los bancos suizos hubo cuentas de dictadores, de torturadores. Si hay una cuenta bancaria abierta en Suiza significa que hay un banquero que encontró un cliente.
¿Cómo explicás esa complicidad?
Hay complicidad a un nivel bastante específico, porque hay que decir que por más que sea totalmente inmoral tener a un torturador como cliente, es muy distinto ser un burócrata que recoge dinero a aquel que mata a una persona. No son crímenes de la misma naturaleza. Creo que hubo suizos cómplices, hubo argentinos de clase alta que sí y otros no, pero no es algo que denuncie la película. Los malos de esta historia son los militares y los banqueros.
¿Qué tuviste en cuenta para la construcción de los distintos personajes?
Me gustan las películas en donde los personajes secundarios son tan o más importantes que el personaje central. La idea fue trabajar a partir de personajes fuertes visitados por un protagonista más discreto.
¿Cómo describís la transformación que atraviesa el protagonista a lo largo de la trama?
Al principio hubo un problema de escritura porque es difícil trabajar con un banquero, ya que no es un personaje amigable para el espectador. No me gustaba la idea de un personaje totalmente cínico y tampoco un banquero ingenuo porque no existe, entonces me quedaba la opción de uno disimulado, que no se sabe bien quién es, qué opina o cuáles son sus emociones, solo se sabe lo que quiere, y que es capaz de disimular hasta el final lo que su mente proyecta.
Sostiene un rol pasivo, sutil, es alguien que ejerce la escucha como estrategia…
Él escucha más de lo que habla, no llama la atención, al contrario. Y si hay un punto en común entre el personaje y yo es esa idea de que la discreción no es un problema, es una ventaja.
¿Cómo fue la elección del elenco?
Vengo de un cine realista, me interesaba más que buscar actores filmar cuerpos, rostros y determinadas formas de hablar. Intentar que esos cuerpos y caras interpretaran el texto. Me atrajo el desafío de mostrar a la gente de clase alta, poco vista, entonces se captó a personas de ese ámbito para que lea y acepte el guion, lo cual no fue tan fácil. Por eso, salvo Juan Pablo Geretto, todos los personajes argentinos no son actores profesionales, hay una escritora, un abogado, solo los francoparlantes son actores.
¿Cuáles fueron las particularidades del rodaje?
Fue un trabajo enorme. En cuanto a la ambientación y decorados me gustó filmar los espacios tal cual los encontré. Entonces el gran desafío fue encontrar esos lugares para no tener que tocar nada y transmitir esa atmósfera. Me gusta lo minimalista; en vez de agregar, sacamos cosas que no eran de la época y dejamos lo que había en cuadro, lo que remitía tanto a esa clase social como a esos años. En cuanto a los intérpretes estuve con ellos bastante tiempo para conocerlos bien, ya que no eran papeles de composición.
¿Qué significa la palabra Azor y por qué la elegiste como título?
Es una palabra que se utiliza en el mundo bancario, que significa “cuidado con lo que decís”, es una manera autoritaria de decir “calláte la boca”. Es del dialecto suizo, usada por muy poca gente, es un término de una casta. Y la elegí como título porque la mentalidad bancaria está bastante representada en esa palabra.
Agencia Télam.