La Matanza: “Dale campeón, dale campeón”, el grito de la multitud cuando el micro cruzó Riccheri y General Paz
“Dale campeón, dale campeón”, gritó la multitud poco antes de las 15.30 cuando el micro con los jugadores de la Selección campeona del mundo pasó por Riccheri y General Paz, en La Matanza, después de ocho horas de espera, en las que la gente soportó un calor abrasador que calmó con agua, sombrillas y las camisetas albicelestes en la cabeza.
“Nonno, nonno, cumplí un sueño, me miró Lautaro Martínez”, le dijo un Benjamín, de 9 años, a su abuelo Raimundo Tarantino que lo llevaba a caballito, en medio de un eufórico festejo con personas rompiendo en llanto frente al micro de la Selección, que se abría paso entre la multitud que colmaba la vía que enlaza el aeropuerto de Ezeiza con la General Paz, para llegar a la ciudad de Buenos Aires.
Tarantino, un italiano de 91 años que hace siete décadas vive en la Argentina, llegó de Villa Celina con su nieto para ver a los campeones y en diálogo con Télam elogió el trabajo del DT Lionel Scaloni por “haber armado al equipo”, mientras su nieto guardaba para siempre la imagen de Lautaro mostrando la copa del mundo, mientras Emiliano ‘Dibu’ Martínez hacía flamear la bandera en alto.
“Era el sueño de mi vida. Estoy emocionada. Mi hija de 18 años está llorando”, dijo Mirta Rodríguez, de 67 años, que tenía en brazos a su nieto de siete meses.
“Que sigan así, Angelito (por Ángel Di María) es mi ídolo, lo amo”, contó + la vecina de Villa Celina.
El micro con la ‘Scaloneta’ recorrió 12 kilómetros entre el predio de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), de donde partió poco antes de mediodía, y Riccheri y General Paz en tres horas y media, a paso de hombre en medo de una infinidad de personas, en una imponente demostración de agradecimiento.
Gregorio Quinteros, de 52 años, estaba junto a su hija Valentina, de 6, desde las 10 de la mañana cuando ya había unas 2.000 personas, entre familias y grupos de amigos en el lugar.
“Estoy bien porque los vi en la vida realidad. Estoy feliz. Me siento como nunca, una emoción terrible; esto es una locura”, aseguró Quinteros, también de Villa Celina.
Desde temprano, bebés, jóvenes y hasta adultos mayores armaron una hinchada en el límite entre La Matanza y el barrio porteño de Lugano para esperar la caravana de campeones en uno de los puntos de su recorrido.
Algunos incluso llegaron a las 2 de la mañana y cortaron parcialmente la autopista Riccheri, por donde a lo largo de la jornada fueron pasando micros con hinchas que tocaban bocina, mientras las personas los saludaban con cantos, cumbia, espuma y aplausos.
“Como no sabemos si van a cambiar el recorrido, nos quedamos en la intersección de General Paz y Autopista 25 de Mayo y nos corremos para un lado o para el otro, así los podemos ver un ratito aunque sea porque en el Obelisco va a haber mucha gente”, dijo temprano Adolfo Contreras de Ciudad Oculta que llegó hasta allí con dos de sus hijos y un nieto.
“Espero que paren un cachito, que los jugadores pasen despacio y saluden, que compartan con la gente que todo el pueblo está en la calle”, remató este hincha de Independiente cuyo máximo ídolo es “Dibu” Martínez.
Debajo de la sombra y rodeando una camioneta que lleva un colchón en el techo un grupo de seis amigos de Villa Lugano, Mataderos y Caballito fueron los primeros en llegar.
“Yo prometí que si Argentina salía campeón me cortaba el prepucio”, sorprendió Agustín Bahton, de 19 años, que vive en Lugano mientras quienes lo acompañan se reían y aplaudían.
“Fue un momento de locura. Siempre jodemos con que en mi familia soy el único no judío, entonces bueno, prometí eso”, remató.
A su turno, Santiago Mancuello, un joven del barrio de Caballito, explicó que “yo con que me mire alguno estoy hecho” sobre su expectativa de cruzar la vista con alguno de los campeones.
Carlos Morales, de 60 años y oriundo de Tres de Febrero, es veterano de Malvinas y siente que está viviendo “un sueño”. “En el 86 lo pasé muy bien porque le ganamos a los ingleses, fue un partido muy especial para mí. Hoy vine con mi hija y mi hijo, es la primera vez que ellos nos ven campeones”, dijo.
Ignacio Molina, de 59 años y amigo de Carlos, lucía su cabeza recién rapada, en cumplimiento de la promesa que hizo si Argentina resultaba campeón. “Yo creo que sólo el argentino lo siente así”, apuntó.