viernes, noviembre 22, 2024
MARÍA ELENA WALSH

María Elena Walsh y Sara Facio, relato de un gran amor (Parte 1)

Ante un nuevo natalicio de María Elena Walsh, Renata Ventura profundiza en la relación mantenida entre la artista nacida en Ramos Mejía y la fotógrafa Sara Facio.

Por Renata Ventura

María Elena Walsh, nacida en Ramos Mejía el 1 de febrero de 1930, fue poetisa, escritora, cantautora, dramaturga y compositora, considerada “prócer cultural y blasón de casi todas las infancias”.

Sara Facio es fotógrafa, curadora, periodista y editora, destacada por sus retratos de personajes de la cultura latinoamericana y por su labor comunitaria en la promoción de la fotografía.

María Elena, entre los 15 y 17 años, escribió poemas que se convirtieron en su primer poemario, “Otoño Imperdonable”, publicado en 1947. Donde hay uno que se llama “Dedicatoria” que empieza así: “Piénsame como en la fotografía con mi perfil rondando tu apellido…(…) Brizna desmemoriada que ha crecido al lado de tu voz, amiga mía”. No es un poema escrito para, o sobre, Sara. Pero es mi poema favorito y me encanta pensar en ellas cada vez que lo leo.

Sara y María Elena estudiaron en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano en los años 40, pero no se cruzaron. María Elena se graduó en 1948, mientras que Sara en 1953.

Hace años leí que Sara se enamoró de MEW cuando una profesora le mostró “Otoño Imperdonable” con una dedicatoria, dejando en la cabeza de la futura fotógrafa, la letrita de la escritora.

Fue en 1950, en la primera clase de castellano de Sara, que la profesora dijo: “bien, esta escritora se ha ganado el Premio Municipal con este libro que escribió a los 15 años, fue alumna mía, al igual que todas ustedes, aprendió castellano conmigo, estoy muy orgullosa”.

Esa fue la primera vez que Sara escuchó hablar de María Elena, mientras la profesora, el terror del alumnado, pasaba “Otoño Imperdonable” para que sus alumnos lo vieran.

En 1952, María Elena y Leda Valladares se instalaron en París. Entre 1953 y 1963, Leda y María, cantaron canciones folclóricas de tradición oral de la región andina de Argentina, como carnavalitos, bagualas y vidalas.

Leda y María lograron convertirse en cantantes profesionales, con estabilidad laboral y cierta seguridad económica. Pero más allá, Leda fue la segunda relación que se conoce de María Elena, la primera con una mujer, después de su noviazgo entre 1947 y 1951 con Ángel Bonomini.

En 1955, Sara (junto a Alicia D’Amico) recibió una beca del Gobierno de Francia y residió en París durante un año, estudiando artes visuales y visitando museos. Así descubrió su vocación, la fotografía. Entre 1955 y 1960 estudió tanto en Europa como en Estados Unidos y Argentina.

Sara contó que, un traductor de Sur, amigo de María Elena con el que se encontró la semana antes de viajar a París, le pidió que llevara una carta a MEW. Estando en París, Sara se comunicó con María Elena, quien le dijo que viajaba a Alemania a grabar con Leda.

Sara dejó la carta en el hotel y, aunque María Elena dijo que a la vuelta se iban a ver, el encuentro nunca sucedió.

De regreso en Argentina, Leda y María realizaron una extensa gira por el noroeste y grabaron dos volúmenes de “Entre valles y quebradas”.

En 1960, alejándose de a poco de sus orígenes, grabaron el LP “Canciones de Tutú Marambá”, cantando las canciones infantiles que MEW había escrito para guiones televisivos. Luego de esto, comenzaron las diferencias que provocaron la disolución del dueto y su separación. María Elena se centró en los chicos.

Mientras que, en paralelo, publicó su quinto poemario “Hecho a mano”, sucesor del ya mencionado “Otoño Imperdonable”, “Baladas con Ángel”, y las plaquetas “Apenas Viaje” y “Casi Milagro”.

En 1960 (y hasta 1985), Sara abrió un estudio fotográfico en sociedad con Alicia D’Amico para realizar fotos comerciales, principalmente retratos, ensayos sociales y periodismo gráfico.

No sé en qué momento específicamente, ni cuánto duró, pero por esos años María Elena tuvo una relación con la cineasta María Herminia Avellaneda. Quien incentivó y acompañó a María Elena en sus comienzos en el mundo infantil.

En el libro “Foto de escritor: 1963/1973”, Sara cuenta que el encuentro se dio en 1965 cuando María Elena publicó “Hecho a mano”. La fotógrafa le pidió sacarle fotos, a lo que MEW aceptó y fue a su estudio.

La artista ramense tocó el timbre, pasó sin mirar a Sara y le dijo: “Quiero hablar con Sara Facio”. Sara le respondió que era ella, a lo que María Elena reaccionó “¿Usted? ¡Yo creí que era una vieja!”. Así empezó su historia.

Sara al contarlo, aclara: “Es que ella estaba acostumbrada a que las fotógrafas de esa época eran mayores, como Annemarie Heinrich o Grete Stern”.

“Era una situación rara. Una escritora admirada, pero de mi edad, a quien debía tutear de entrada sin conocerla y no parecer insolente (era 1965, el tuteo aún no estaba instalado). La comunicación no fue fácil, pero sí se estableció”, sostuvo Sara.

María Elena tenía una emisión en Radio Municipal, que se encontraba a la vuelta del estudio fotográfico de Sara y Alicia. Después de la sesión en el estudio, se volvieron a ver varias veces, ya que MEW pasaba a tomar café.

Ya para 1968, la amistad era sólida. María Elena hacía espectáculos en el teatro Regina, donde Sara y Alicia también trabajaban, realizando fotos, afiches y murales que daban a la calle.

Se seguían viendo mucho y comían juntas casi todas las noches en distintos restaurantes. “siempre pagaba ella, por supuesto, era su característica”, dijo Sara al respecto.

María Elena se hizo muy famosa y realizaba giras, tanto al interior, como al extranjero. Cuando se iba, Sara cuidaba a su gatita.

En 1973, Sara junto a María Cristina Orive fundaron la editorial fotográfica La Azotea para difundir y promocionar la obra de fotógrafos latinoamericanos en libros, tarjetas postales y posters. Con la intención de “homenajear a los maestros y estimular a los que comienzan”.

Para satisfacer la demanda del mundo infantil de los españoles y, a causa del clima político que se vivía en Argentina, en 1974 María Elena se va a España con María Herminia por un año.

María Elena volvió al país y al tiempo, la madre de Sara enfermó. MEW, a la medianoche, cuando terminaba su espectáculo, iba al hospital a hacerle compañía. A partir de las visitas al hospital, Sara, como tenía auto, llevaba a María Elena a su casa o iban juntas a la suya, hasta que finalmente “se quedó para siempre”.

María Elena no tenía casa propia, todavía vivía en la casa que compartía con María Herminia. Sara cuenta que trató y logró que María Elena se compre un departamento, “porque nunca había querido tener nada, ni casa, ni auto, nada fijo”, explicó.

Al poco tiempo, se puso en venta el departamento de al lado y lo compró Sara. Cuando saludó a un vecino que salía, él le comentó que quería vender, “y ahí nomás arreglamos, en el pasillo. Fue así de rápido y lindo”, dijo Sara.

Sara tiró la pared del living, uniendo ambos departamentos. María Elena asustada le preguntaba: “¿Pero qué vas a hacer?” y Sara le respondía “vos dejá”. Desde entonces fueron inseparables.

En 1973, María Elena publicó el libro infantil “Chaucha y Palito” que contiene un texto autobiográfico. Ahí confesó: “A pesar de que generalmente son unos frescos, no se atrevieron a preguntar. Me enamoré perdidamente muchas veces pero nunca me casé ni tuve hijos”.

“En asuntos de noviazgo todo era muy romántico mientras la chica obedeciera. La relación entre varones y muchachas no era tan franca ni igualitaria como es ahora. Desde hace un tiempo las costumbres han cambiado y van desapareciendo absurdos prejuicios que antes eran ley. A una mujer le resultaba dificilísimo —o imposible— realizar muchas actividades, por útiles y buenas que fueran, cuando el novio o el marido (si usaban gomina, peor) se oponían. ¡Y se oponían! Esto se transformó pero no tanto como se dice”, continúa el relato autobiográfico.

En ese texto, María Elena necesitó explicar algunas cuestiones vinculadas con aspectos personales y artísticos: “No es que nadie me haya prohibido escribir o cantar, pero… me lo veía venir. Y uno no puede ni debe renunciar por capricho ajeno a lo que más quiere en la vida, a aquello para lo único que sirve, lo haga bien o regula”.

“Por otra parte, muchas personas que se dedicaron a escribir para chicos han sido solteros o sin hijos: Andersen, Gabriela Mistral, Lewis Carroll, José Sebastián Tallón, Saint Exupéry (…) Crear para los chicos es quizás una manera de adoptarlos en general sin que a uno lo molesten en particular con sus travesuras. Una manera de ofrecerles —y pedirles— compañía y cariño”, aseguró.