María Elena Walsh y Sara Facio, relato de un gran amor (Parte 2)
Ante un nuevo natalicio de María Elena Walsh, Renata Ventura profundiza en la relación mantenida entre la artista nacida en Ramos Mejía y la fotógrafa Sara Facio.
Por Renata Ventura
Entre marzo de 1976 y diciembre de 1983, Argentina estuvo gobernada bajo una dictadura cívico-militar. En 1978, a los 48 años, María Elena informó a la prensa que no volvería a componer ni cantar. Las presiones de la censura se habían vuelto insoportables.
Por esos años, en las noches sobre todo, se oían sirenas y detonaciones. Sara no se quedaba tranquila hasta que escuchaba a María Elena entrar al departamento y viceversa. Durante la dictadura, el viaje para ambas fue un refugio.
Visitaron Europa, Estados Unidos y gran parte de Latinoamérica, tomando distancia de la angustia que les causaba el país, hablando con exiliados y en contacto siempre con escritores y artistas de todas partes.
En el 81, a María Elena se le diagnosticó cáncer de huesos y gran parte de su vida estuvo limitada por los dolores en las piernas que tuvieron que ver con muchos errores médicos.
La sociedad era muy distinta cuando le dieron el diagnóstico, no se hablaba sobre el cáncer. María Elena leyó un libro que la ayudó mucho, “La enfermedad y sus metáforas”, de Susan Sontag, y consideró que tenía que hablar porque iba a hacer que la gente no se sintiera avergonzada.
Tanto en las buenas como en las malas, ellas estaban mutuamente. Años antes, Sara con ayuda de María Elena, superó las muertes de sus padres y su hermano. Y con la enfermedad de MEW, cayó el mayor peso sobre Sara, pero estuvo siempre a su lado.
Sara se encargaba de pelear con la obra social que no se hacía cargo de nada, pero también era la contención, el brazo del que María Elena caminaba cuando ya no podía desplazarse con los bastones.
María Elena siempre usó el humor como amuleto contra las náuseas, la debilidad, la quimioterapia, la pérdida del pelo. Sabía que no había que desesperarse porque lo leía en los rostros de los médicos, de Sara y también en los signos de su cuerpo.
En 1983 vendieron el departamento porque tenía recuerdos demasiado tristes por la enfermedad. Sara encontró el que sería su nuevo hogar, aunque a María Elena le parecía demasiado importante y no lo quería.
Pero Sara le dio un ultimátum: “Bueno, yo lo compro, es hermoso, es mi casa soñada; si no querés venir, no vengas”. Pero sí fue.
Ninguna de las dos se metía en los temas de la otra, pero si se pedían opiniones: “ponían el cerebro en funcionamiento” para pensar los pro y los contra, dando sus opiniones sinceras. La convivencia, en palabras de Sara, fue de un respeto total.
En general, no les interesaba las amistades de la otra, aunque había excepciones. Entonces evitaban que sus invitados fueran a su casa. Se reunían, por ejemplo, en cafés o en sus respectivos estudios.
“Así que también en eso logramos una relación muy estable, muy pareja, muy respetuosa de cada territorio”, explicaba Sara acerca de las amistades y las reuniones.
Las veces que iba gente a su casa, María Elena, impaciente, se molestaba porque decía que iban y no se iban nunca. Entonces los tomaba del brazo y decía “bueno, ha sido muy grata su visita”, llevándolos a la puerta.
O se levantaba de golpe “retirándose a sus aposentos”, dejando a Sara con los invitados.
En 1999, Sara publica el libro “María Elena Walsh: retrato(s) de una artista libre” en La Azotea, pero cuando María Elena oyó sobre el proyecto, no quiso saber nada. Entonces Sara lo hizo por su cuenta, usando textos de MEW y fotografías propias y ajenas.
Fue en este libro donde Sara incluyó un texto llamado “¡Tenía que ser Walsh!” (en referencia al poema “La Feminista”, de María Elena) donde narra: “En este volumen las imágenes certifican su manera de vivir (…) cómo con imaginación buscó educarse y formarse desde su primera juventud. Cómo año tras año escribió y compuso canciones denunciando dictaduras militares y civiles, la falta de solidaridad con las mujeres, las corporaciones autoritarias y las caras visibles”.
Y continuó: “… (Los Ejecutivos) de empresas discográficas, de televisión, radio o cine, eternos defensores del statu quo. Veremos de qué manera sobrellevó censuras y enfermedades sin temer jamás amenazas o muertes cívicas (…) Su canción Como la Cigarra es una declaración de principios en ese sentido. María Elena Walsh, tiene un desmesurado amor por las palabras y por quienes las honran. Los poetas, los artistas, sus más queridos amigos”.
“Declaro que la conocí hace casi cincuenta años y cada día me sorprende su lúcida y apasionada visión de los hechos cotidianos, su alegría, su lealtad a las ideas y a los amigos, su adhesión insobornable a todo lo justo, bello y vivo”, finalizó.
No logro encontrar una fuente, pero recuerdo haber leído que en la crisis de 2001 María Elena perdió todos sus ahorros, Sara quería hacer juicio pero MEW lo impidió y reeditó libros para recuperar la plata.
Acá voy a cortar la cronología para mencionar datos, comentarios, recuerdos y reflexiones que Sara, o María Elena en algunos casos, han hecho con el paso del tiempo.
Sara ha contado que a María Elena no le gustaba que le sacara tantas fotos, incluso a veces se enojaba. Pero la cámara de Sara, sus ojos, no podían evitarlo. Ahora, al recordarlo, sonríe con ternura.
Nunca trabajaron directamente juntas, siempre que fueron parte de un proyecto fue a partir de una empresa, editorial o discográfica. Incluso cuando María Elena escribió un texto para el libro “Sara Facio, Alicia D’Amico: fotografía argentina 1960-1985.” fue a pedido de Alicia.
Leila Guerriero le preguntó a Sara si había sido un problema que María Elena ganara más, ella respondió que pensaba que MEW merecía más, porque hacía más, por su talento y la repercusión.
“Era lógico que ganara más que yo. Si vos estás casada con un Beatle ¿no es lógico que gane más que vos?”, dijo sintetizaba Sara.