La generación estafada
Por Santiago Tulián, presidente de la Juventud Radical de La Matanza
Criados en el seno de una sociedad que se vanagloriaba de las ventajas socioeconómicas que ofrecía la profesionalización, los jóvenes nos hemos chocado de lleno contra un contexto que nos ha demostrado que ser poseedores de un título universitario o estar transitando una carrera de grado lejos está de ser una garantía de prosperidad económica. En otras palabras, ser profesional no asegura tener un buen futuro en la Argentina, muy por el contrario: el profesional no sindicalizado es uno de los eslabones más perjudicados en el mercado laboral. Como si esto fuera poco, también debemos enfrentarnos contra otra realidad que, a decir verdad, nos trasciende generacionalmente, pero no por ello el impacto es menor: se puede ser pobre a pesar de trabajar arduamente.
Entre la gente que ronda mi edad- tengo veintitrés años- se da una situación muy curiosa con relación al trabajo, la profesionalización y la falta de oportunidades, que es la siguiente: la idea de movilidad social ascendente comienza con nuestros bisabuelos, en su mayoría inmigrantes que se radicaban en el país sin prácticamente patrimonio, que dedicando mucho esfuerzo y trabajo- muchas veces víctimas de abusos por parte de sus empleadores- lograban acrecentar sus bienes allanando el camino a sus descendientes para que con ese mismo espíritu, pero esta vez empezando un poco más arriba, pudieran superar a sus progenitores logrando ascender socioeconómicamente. El ascenso se iba dando por la constancia en el trabajo y no tanto por el conocimiento técnico, algo que recién iba a ocurrir en su mayoría con nuestros padres y la famosa frase “mi hijo el doctor”.
El país, a pesar de su histórica inestabilidad, le daba oportunidades de desarrollo al trabajo para después abrirle paso a los graduados universitarios, quienes efectivamente tenían su futuro asegurado. En esta lógica, cada generación estaba predestinada a superar a la antecesora, a la vez que todas progresaban en su formación intelectual. Entre mis pares se da un escenario radicalmente opuesto: habiendo empezado bastante más arriba que las demás generaciones, con la fortuna de ser un segmento etario en su mayoría bilingüe (español- inglés) y en donde predomina el ser profesional o estar en vías de serlo, las posibilidades de superar a nuestros padres y, por tanto, de lograr la movilidad social ascendente son realmente escasas.
Y la proyección es aún peor: “Según los datos oficiales del INDEC, el 54,3% de los chicos menores de 15 años no tuvieron cubierta la canasta básica en los primeros seis meses del año.”[1] Es decir que si mi generación no está destinada a superar a su predecesora, la expectativa de ascenso de la que nos sucede es significativamente inferior. Si el rumbo no cambia vamos camino a invertir la lógica y pasar a la movilidad social descendente como patrón. Lo más trágico de este panorama, es que se trata de una generación que realmente quiere progresar en la vida: “Según las estadísticas de la OCDE, el promedio de jóvenes que estudian y trabajan entre los 18 y 24 años es del 17%, de quienes estudian y no trabajan es del 35%, de quienes no estudian y trabajan es del 33% y de quienes no estudian ni trabajan es del 14,3%.”[2]
Esto significa que un 54% de los jóvenes ha emprendido su camino hacia la profesionalización, mientras que un 33% se dedica exclusivamente a trabajar; es decir, que hay un 87% de los jóvenes de entre 18 a 24 años que aportan productividad al sistema. Pero a pesar del esfuerzo y el férreo deseo de trascender, el sistema castiga esta buena intención: “Los argentinos nacidos entre 1998 y 2003 también conocidos como la Generación Z, perciben salarios de hasta $50.000 mensual, mientras que el 4% tiene ingresos por encima de ese valor.
El dato se desprende de un reciente análisis realizado por la compañía de Big Data & Analytics, Equifax.”[3] Se trata de ingresos que con suerte alcanzan para cubrir el costo de un alquiler promedio en cualquier lugar del Conurbano[4] o de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires[5]. Pero no solo eso, la encuesta habla de jóvenes que en su gran mayoría perciben sueldos de “hasta $50.000” mensuales como tope máximo, lo que nos permite inducir que el ingreso promedio es bastante menor a ese monto. Es evidente que las posibilidades de lograr independencia se vuelven una ilusión óptica cuando llega el recibo de sueldo a fin de mes. Ni hablar de la idea de una vivienda propia.
Bajo esta coyuntura ni el joven más entusiasta podría imaginar ser propietario de un inmueble como consecuencia de su esfuerzo laboral. A duras penas está la posibilidad de poder comprarse un vehículo. No estamos pidiendo mucho, sino lo que el sistema y nuestro entorno nos prometió si nos esforzábamos. Digamos que no es casualidad que sea la juventud quien expresa mayor pesimismo y más desea emigrar de la argentina: “Más de la mitad de los argentinos preferiría vivir en otro país. Y entre los jóvenes (de 16 a 24 años) la cifra asciende al 70%.
Los datos surgen de una encuesta realizada a nivel nacional por la UADE y Voices!”[6] Acorde a esta misma encuesta, las principales motivaciones tienen que ver con las “perspectivas económicas” y con una mejor visión de lo foráneo en cuanto a las “posibilidades de desarrollo profesional”. Podríamos decir que lo que nos dice este dato no es más que un reclamo al sistema por sus promesas incumplidas: el desapoderamiento del esfuerzo individual como motor para el desarrollo. La Argentina viene demostrando que el sistema no funciona y por ello resulta muy difícil para los jóvenes depositar fe y esperanza en el país. Precisamente, la esperanza de un mejor porvenir está en otros lugares del mundo y por eso ya cada vez somos más los que tenemos algún amigo que emigró en busca de un futuro mejor. No queremos irnos, pero si la política no construye para encausar los destinos de la nación, cada vez seremos más los argentinos por el mundo.
[1] Ámbito (30 de septiembre, 2021): “El 54,3% de los niños en la Argentina son pobres”. https://www.ambito.com/economia/pobreza/el-543-los-ninos-la-argentina-son-pobres-n5290036
[2] Polack, María Elena (16 de julio, 2020): “Educación. Solo el 23,8% de la población ocupada tiene nivel superior o universitario completo”. https://www.lanacion.com.ar/sociedad/educacion-solo-238-poblacion-ocupada-tiene-nivel-nid2398003/
[3] Ámbito (17 de agosto, 2021): “Economía centennial: el 96% de los jóvenes de entre 18 y 23 años ganan hasta $50.000 por mes”. https://www.ambito.com/economia/salarios/centennial-el-96-los-jovenes-18-y-23-anos-ganan-50000-mes-n5253054
[4] Eleisegui, Patricio (6 de agosto, 2021): “´Migrar` al conurbano, más caro: ¿por qué vuelan los precios de los alquileres y casi no hay oferta de unidades?”. https://www.iprofesional.com/negocios/345025-ya-es-imposible-migrar-al-conurbano-por-que-aumento-el-alquiler
[5] TN (6 de julio, 2021): “Barrio por barrio: cuánto cuesta alquilar un departamento en la Ciudad de Buenos Aires”. https://tn.com.ar/economia/2021/07/06/barrio-por-barrio-cuanto-cuesta-alquilar-un-departamento-en-la-ciudad-de-buenos-aires/
[6] Clarín (11 de octubre, 2021): “El 70% de los jóvenes cree que el país empeorará en diez años y preferiría irse a vivir afuera”. https://www.clarin.com/sociedad/70-jovenes-cree-pais-empeorara-anos-preferiria-irse-vivir-afuera_0_OkuhcUwJM.html