Virtualidad y Emociones: nuevos desafíos en lo cotidiano
Si bien ya se observaba desde hace tiempo un avance progresivo respecto de la utilización de tecnologías, tanto de aplicaciones para el ámbito laboral como educativo, entre otros, y cada vez más se venían desarrollando propuestas de teletrabajo y de cursos y carreras a distancia, resulta evidente que dicho proceso se ha potenciado de manera ya no gradual a partir del conflicto que ha traído la pandemia del coronavirus tanto a nuestro país como, por supuesto, a escala global.
No resulta difícil observar cómo las universidades, los institutos, las escuelas y muchas empresas han tenido que adaptarse, desde y sobre todo a partir de los primeros meses de 2020, de una manera tan rápida como se pudo, intentando mantener sus estructuras en medio de un contexto que frenó prácticamente todos los ámbitos del quehacer diario.
En esa vorágine, con la necesidad de seguir trabajando y brindando los distintos servicios, de una manera que de ninguna forma pudo ser planificada en un principio, es que se siguieron desarrollando las actividades, ya directamente desde los hogares por parte de los estudiantes, consumidores, clientes y usuarios en general, teniendo también que adaptarse a un nuevo escenario, en el cual la virtualidad ya no se trata de un complemento, una posibilidad o una ampliación de las actividades y responsabilidades, como sí venía siendo antes del COVID-19, sino que pasó a tratarse de la única alternativa posible, por el momento.
Es en este escenario, donde no solo los hábitos se vieron modificados o afectados en términos de las pequeñas cosas del día a día, desde los horarios de descanso hasta las actividades cotidianas y el tiempo compartido con los integrantes del mismo hogar, sino que también dichos cambios tan drásticos han impactado, como cabe esperarse, en las emociones, los estados de ánimo y el estrés con el que se vive cada jornada.
En este sentido, el hecho de tener que reorganizarse los tiempos en caso de vivir solo/a, o reordenarlos con quienes viven en la misma casa y pasar todo el día y todos los días junto a los mismos, de compartir las herramientas tecnológicas, en muchos casos, sumado a los cambios estratégicos del propio trabajo, estudio o actividades de las que se trate, más la incertidumbre constante ante las nuevas actualizaciones en materia de políticas y decretos, como se observa, por ejemplo, respecto de la presencialidad en las escuelas, es que pueden comenzar a desarrollarse malestares diarios, estrés, ansiedad, discusiones y situaciones incomodas ante las cuales no se estaba de ninguna manera preparado/a.
Y es allí donde resulta necesario identificar qué situaciones en particular generan ese malestar, poder conversarlas, tener empatía con los seres queridos, tratar estas cuestiones, por supuesto, en terapia, y saber que, en línea con lo que señalé en otra publicación, hay que aprender a transitar en la incertidumbre. Las emociones juegan un papel, en muchos casos, determinante en el día a día, por lo que identificarlas, trabajarlas, y poder reorganizar paso a paso los esquemas tanto mentales como en términos de planificación diaria, llevará a una mejor calidad de vida en un momento tan crítico e inesperado para la sociedad.